GORRIONES AL MERCADO


Para aquellos extraños personajes bíblicos que son los animales, héroes sin escapatoria de las manos del hombre, todo comienza a cambiar con el advenimiento del Nuevo testamento. San Pablo, quien escribe antes que los evangelistas, en la Carta a los Romanos afirma: “Todas las creaturas gimen con los dolores del parto”.

Pensando en los sacrificios sangrientos de animales que se hacían también en Corinto, les pide a los romanos, en la línea de los profetas, que ofrezcan más bien sus cuerpos como una víctima viviente para poder discernir lo que es bueno, agradable a Dios y perfecto.

El sacrificio de la Nueva Alianza es del todo diverso al de la Antigua. No se sacrifica más el cordero al centro del rito pascual. El pan y el vino, a través del sacramento devienen el cuerpo y la sangre del Señor.

(…) Para Jesús la bondad del Creador se antepone a la bondad de la creación, lo visible después de lo Invisible. Sin embargo, el mundo puede ser descifrado como un conjunto de “signos”, que permiten reconocer al “Totalmente Otro”.

Los pájaros del cielo se ubican en los evangelios en el tablón vertical que se escapa al dominio del hombre, en el “cielo,” donde se irradia la presencia del Padre, a través de estos se entrevé la acción de la Divina Providencia: no siembran, no cosechan, no amasan los granos; es sólo vuestro Padre Celeste quien les nutre. Viendo que son vendidos por pocas monedas en el mercado, dice: “ningún gorrión cae a tierra sin que Dios lo sepa”.

Jesús de Nazaret cita también otros pájaros que aparecen en el rostro de la cotidianeidad: la paloma, imagen del Espíritu del cual se debe imitar el candor; los pollitos que la gallina protege bajo sus alas, casi como si ella hubiese querido proteger a los hijos de Jerusalén.

El Evangelio ve en el mundo del agua una ambigüedad radical. Es el recuerdo del caos primordial del Leviatán primitivo, del lodo que mancha la mano del campesino. El “gran pez” que menciona Jonás, es la imagen evidente de la muerte, el Leviatán que no tendrá la última palabra, ni para Cristo, quién resucitará al tercer día, nacido para Jonás, nacido para los cristianos, quienes creyendo en El tendrán la misma suerte feliz.

El escorpión se contrapone en el Evangelio de Lucas al Huevo y también es un signo de muerte, con una lanceta que Pablo de Tarso declara como inservible después de la Resurrección.

A estas imágenes que representan el riesgo de un hombre distraído en su destino cósmico, el evangelio contrapone la atención a la frescura de la naturaleza. Los peces aparecen en la multiplicación de los panes y de los peces y en los dos episodios de la pesca milagrosa. Se delinea hasta la pena y la sumisión de los peces que por su parte, se dejan capturar como se dejan capturar los hombres convertidos por el anuncio de los tiempos nuevos.

La simbología posterior hará del “pez”, el “ictus”, el acrónimo de “Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador”. Jesús en el siglo IV será refigurado como el Buen Pastor. En una sociedad pastoral, no podían faltar pastores y lobos.

El maestro de Nazaret ve el mundo animal sin los antropomorfismos de las fábulas, donde los animales son un sustituto de los atributos y comportamientos humanos.

Todavía no hemos valorado plenamente la carga conceptual de la palabra de Jesús en este ámbito. En las referencias evangélicas a los animales, existe una evidente tonalidad educativa cuyo objetivo sería sensibilizar a los seres humanos en su trato hacia los animales al mostrar sus semejanzas con ellos. Los mismos discípulos, siempre en camino, podrán comparar su libertad y falta de techo con la de animales: “los zorros tienen sus propias madrigueras.”

Al exterior del museo de Salónica, al norte de Grecia, hay un sarcófago con una bella representación de Orfeo que doma con la flauta a los animales. Mientras lo observaba recordé que muchas veces Cristo fue representado en las catacumbas a semejanza de Orfeo. ¿Por qué este simbolismo? En un antiguo mito, el hijo de Zeus calma a las fieras. Durante los días de Jesús en el desierto, el evangelista Marco, quien no reporta como los otros dos el “Midrash,” las tres tentaciones de Jesús, dice que Él, anticipando un edén reencontrado, “descansaba con las bestias salvajes”. (…) Dostoievski dijo: “Cristo estuvo con los animales antes de estar con nosotros”.

La domesticación entonces es el signo del pasaje desde el estado salvaje al de amansado. Esta armonía reconquistada por el Hijo del Hombre, no es simplemente para una visión de la creación, sino para un arquetipo ejemplar para los hombres de una armonía edénica a obtener: el Reino está al lado del Edén, pero está “también en el Edén”.

Cuando Jesús proclama en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los mansos, esos quienes son plenos de dulzura”, porque está hablando a una audiencia que está familiarizada con el mundo animal; así, no puede dejar de referirse también a este universo poblado de seres singulares que deben ser pacificados.

Un día no existirán las bestias monstruosas de la visión del apocalipsis o las suciedades de las bestias impuras, afortunadas sin embargo, porque ya no servirán, ni para el sacrificio, ni para alimento.

¿Tendrán los animales acceso a la gran casa del Padre? ¿Vivirán también misteriosamente en “Nueva Tierra”?

Lo que es cierto es que con Cristo la comunidad animal pasa también de la bestialidad amenazante a la compañía, del miedo del rumor de los árboles y de la pérdida de esperanza a su propia salvación. Él ha prometido atraer “todo a Sí: “tanto lo que está en cielo, como lo que está en la tierra”.

En tanto ha dado un ejemplo: cuando echa a los vendedores del templo, abre la jaula de las palomas y libera a los otros animales. En el templo, el cielo nunca estuvo así de vivo por el batir de las alas de estas palomas en libertad. El texto de Mateo 21,13 que corresponde claramente a Jeremías 7, 11 es mucho más brutal de lo que aparece en nuestras traducciones. “Mearat parisim” significa “cueva de asesinos”. Es una clara alusión a los sacerdotes del templo que eran partidarios del sacrificio de los animales.

Jesús de Nazaret está ciertamente en el despertar de las profecías de Jeremías, Oseas, Isaías, quienes se oponen a la práctica criminal del sacrificio de los animales. También para ellos el sacrificio cruento es una coartada y una sustitución vicaria inútil. La salvación no puede consistir sino en la misericordia. La nueva alianza restablece también la paz entre todos los reinos de la naturaleza.

¿Ha comido carnero el Señor Jesús durante la Cena del Jueves Santo? La mayoría de los seguidores del Nuevo testamento, tanto Católicos como protestantes, sostienen que no es posible hoy día desde un punto de vista histórico establecer si el banquete de despedida de Jesús ocurrió o no en medio de una celebración pascual. Sólo una minoría se decide por el carácter estrictamente pascual de la celebración de la Última Cena. Encontramos esta discrepancia desde la iglesia antigua. Ella deriva de la diferencia entre las indicaciones de Juan y de los evangelios Sinóticos. Según Juan 18, 28 la fiesta de Pascua no coincide con el día de la última cena, sino con el siguiente. Los niños mueren en el preciso momento en el que, no lejos del Gólgota, llegaba al punto culminante el sacrificio de, al menos cincuenta mil corderos, asesinados en el templo para ser después llevados a las casas. La indicación distinta dada en los Sinóticos, deriva del hecho que en Jerusalén, la Pascua se celebraba según dos calendarios distintos, uno tradicional relacionado al ciclo solar y otro de los esenios ligado al ciclo lunar. Según este último calendario los acontecimientos se desarrollarían, así como son contados en Marcos, Mateo y Lucas.

Esto puede ser una pista de las conexiones con algunos elementos que nos parecen importantísimos para sostener una hipótesis que puede anular los esquemas tradicionales.

Excavaciones recientes en el monte Sión hechas por el Padre Bargil Pixner OSP, han demostrado que la zona de la Última Cena pertenecía a los esenios, quienes ponían sus salas a disposición de los invitados. Los Esenios estaban alejados de Jerusalén, porque no aprobaban los sacrificios en el templo. José Flavio escribe: “manden ofrendas al templo pero sin involucrar sacrificios.” Dado que la purificación que persiguen es diferente, se abstienen de ingresar en aquellos recintos del templo frecuentados por toda la otra gente. También Filone refiere que los Esenios no sacrificaban animales y eran vegetarianos: “sostengo que la frugalidad con la alegría sea como en realidad es, un desborde de bienestar” (...) “Son tan longevos que sobrepasan los cien años debido a la simplicidad de su género de vida”. Según Hipólito Romano, Pitágoras y los Estoicos de Egipto pertenecieron a las escuelas de los esenios”. Después del terremoto de 1940 a.C, en Qumran, el “pueblo de las palmas”, como lo llamaba José Flavio, retornó a Jerusalén y se estableció en el monte Sión. El portador de agua que encontramos en Lucas 22,10 era Esenio, porque sólo a través de los Esenios se podía conseguir el agua.

La cena Esenia excluía rigurosamente la carne, la cual se prohibía incluso en la celebración pascual. José Flavio y Plinio definían a los esenios como los verdaderos pitagóricos. Entonces no existía la expresión “vegetariano”, en uso sólo desde el siglo pasado. En Delfi, en Grecia, el filósofo platónico Plutarco escribió los textos más importantes sobre los animales, sobre los sacrificios y sobre la alimentación divina. “Existe una mesa del Señor y una de Satanás, escribe él; no se puede participar en ambas, no es posible abstenerse de la multiplicación de la sangre sólo media hora al día. La misericordia es indivisible”.

Jesús abolió oficialmente el sacrificio del carnero. La eucaristía no tendrá más relación con los ritos del templo, sino con el pan y el vino de la Última Cena. La Nueva Pascua cristiana supera y suplanta a la Hebraica. Para San Pablo el tema del carnero pascual no aparece más en relación con la Cena del Señor, sino con su muerte. Queda el camino del éxodo, el agua de la roca. Cuando los hebreos comieron el carnero pascual, Jesús, el verdadero carnero, yacía en su tumba sin trazas de carnero ritual. Resucitado, tiene junto a sí un carnero, que no es el que se habría comido la tarde de la Cena. Esta escena es descrita por Giacomo, primo del Señor, quien será el jefe de la comunidad de Jerusalén por veinticinco años.

San Gerónimo escribe una carta directa: “Postquam Christus venit... nec comedimus carnes”; “después que Cristo ha venido no se permite comer las carnes”. Jesús, quien ha celebrado la Última Cena en casa de esenios, llamados también “los hijos de la misericordia” ha sido él mismo, como se anticipaba en los evangelios, ejemplo de una misericordia infinita. Reiteradamente en su prédica ha dicho que Dios no desea sacrificios cruentos. Seguramente pensaba también en Jeremías: “Somos capaces de decir que somos sabios, pero, ¿está con nosotros la Ley del Señor? Una falacia la ha reducido a la pluma de los escribas, que reiteradamente miente”.

Juan y Pablo escriben que Jesús sustituyó el sacrificio (¡y el alimento!) cruento por aquel incruento.

Muchos piensan que es posible continuar con una actitud distinta con respecto a los animales basándose en la biblia. Pero ¿qué dice la biblia? La primera ley natural se refiere al alimento específico de los hombres y los animales. Los animales no han sido creados como alimento para ningún humano. El alimento humano se constituye de frutas, hierbas y cereales. San Gerónimo, en un libro desconocido para muchos sostiene que el permiso dado después de Noé de comer carne, es una interpolación en el texto sagrado, agregada tardíamente en una época de bajo perfil espiritual.

Los Esenios no se mencionan en el nuevo testamento, porque se volvieron cristianos bajo el nombre de “los pobres” y “los Nazarenos”, términos que aparecen en el Nuevo Testamento, el primero doce veces y el segundo seis veces. San Epifanio escribe que se trata, en ambos casos, de vegetarianos. Egesippo dice explícitamente de Pedro que siendo nazareno era vegetariano, así como lo eran Santiago, Juan y Esteban.

Plinio el joven se refiere en la célebre Carta al Emperador Adriano, en su calidad de gobernador de la Bitinia, en el año 112: “Medio Oriente se ha transformado de tal modo que los ricos, los latifundistas, han perdido su poder porque los cristianos se nutren de alimentos inocuos. Para San Agustín, Porfirio (234-307) era el más grande de los filósofos, quién escribió La abstención de los animales, en donde afirma que Jesús trajo de nuevo el alimento divino, declarando el alimento carnívoro como nutrición del demonio. San Agustín en La ciudad de Dios describe el modo de vivir de los Cainiti (la ciudad terrestre) y de los Setiti (la ciudad celeste) y explícitamente afirma que Jesús es un Setita.

¿Como entonces ahora los cristianos comenzaron a comer carne? Históricamente cuando en la iglesia los ricos usurparon el poder, empezaron a perseguir a los verdaderos discípulos de Jesús y sus libros, declarándoles herejes. En el 314 hubo un concilio regional; en esta ocasión se suspendió a todos los clérigos y diáconos de su puesto, con todas las consecuencias, porque: “no querer comer carne, al menos mezclada con los cereales, es un ultraje al creador que nos ha dado los animales para comerlos...”

Por este motivo hubo también persecuciones. Oficialmente el primer Mártir fue Priscilliano decapitado con seis más, entre ellos dos mujeres. Luego, el asesinato de algunos jefes cristianos cambió para muchos la frase eclesiástica. Y quienes se abstenían de la Cena cristiana, que ya no es vegetariana, no eran más perseguidos y podían participar incluso de la liturgia cristiana de la mañana. La exhortación del Libro del Apocalipsis de no comer la carne de los animales asesinados en “nombre de Dios” permanecerá letra muerta.

El mismo Jesús, quien no comió el carnero pascual, sufrió para que los hombres de buena voluntad se volvieran pacíficos y misericordiosos con todo lo que vive, anticipando así los tiempos mesiánicos.


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